viernes, 25 de abril de 2008

El espacio Zen entre el ambiente escolar y laboral.

POR:
MIGUEL GONZÁLEZ


El debate energético me llena de ansiedad, los desayunos del DIF me provocan insomnio, Cristiano fallando un penal me deja perplejo, y si a esto le añadimos la tarea de publicidad, los proyectos pendientes en la oficina, y el hecho que Fabiruchis aún no termina de librarla, he concluido que últimamente mi estado de salud mental ha ido perdiendo su “cool” paulatinamente. Y no, no soy un emo.
Mi justa en pos de mi edén particular se origina de un artículo que leí hace un par de meses de un autor cuyo nombre no puedo acordarme, en donde escribía acerca de una desaceleración en el ritmo de vida cotidiano llamado “Slow Down” (corríjanme si me equivoco), para empezar a disfrutar en su totalidad todo lo que nos rodea.
Así que antes de empezar a ver gigantes con 4 brazos y declarar mi amor a cuanta Dulcinea me encontrara debido a la derrota del Tri femenil, decidí salirme 5 minutos de mi rutina (con cierta renuencia pues no quería atrasarme 5 minutos) para darle una oportunidad al artículo.
El problema surge debido al ritmo tan agitado de vida que llevamos y al que pocos pueden permanecer ajenos.
El hecho de andar del tingo al tango a velocidades match 1, nos hace entrar en un vórtice de responsabilidades, compromisos y relaciones exprés en el cual, una vez inmersos, empezamos a ver con un aire de cotidianeidad todo lo que nos rodea, y nos pasamos merodeando el común y corriente.
Este fenómeno puede ocasionar experiencias extracorporales, no al estilo LSD, pero sí al estilo productivo++, igualmente dañino en ocasiones, ya que el simple hecho de estar en la oficina aun no estando en ella (físicamente), nos genera una neurosis y ansiedad poco saludables (pregunte a cualquier experto).
Probablemente no encuentre el nirvana, pero no pierdo nada en el intento. Los ratos que he pasado en mi Bunker personal, me han ayudado a salirme de ese huracán sin ojo que lo domine, en donde la palabra más importante es “siguiente”, y gracias a ello ahora realmente disfruto de los cafés con Adrianita, o las historias de hospital de Alhelí, o las fallas frente al área del Dona, o las neurosis de Kristel.

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