
MIGUEL GONZÁLEZ
Saber como es el mexicano te puede dejar descorazonado o lleno de esperanza. Ya veremos.Vivimos en un país antagónico, en un país inerte a los ojos del progreso colectivo, nos rechazamos nos sentimos menos y nos despreciamos; vivimos en un país de máscaras, prisión y paraíso, vivimos entre estereotipos que nos acomodan, que nos satisfacen. ¿Qué es lo que es la esencia del mexicano?, ¿Qué es lo que nos hace ser?Empezaré mi ensayo haciendo una mención del capítulo 7 del libro de “Psicología del mexicano en el trabajo” de Mauro Rodríguez y Patricia Ramírez.El capítulo habla de la autodevaluación del mexicano, y fue aterrante descubrir que poseía ciertas características mencionadas.El miedo es una constante en nuestra vida diaria; le tememos a todo y a todos, es en este miedo que el mexicano se siente menos que los demás, nos sentimos incapaces, incapaces de estallar nuestra burbuja y abrirnos ante el mundo, nos sentimos vulnerables, y es en esta vulnerabilidad donde el mexicano “se raja”[1]. Nuestras máscaras, infames peceras acolchonadas, evitan que mostremos nuestras debilidades, evitan que nos vean tal como somos. Es en estos calabozos en el que el mexicano crece, juega, se refugia, y conoce el miedo. El mexicano puede doblarse, humillarse, agacharse, pero no rajarse nos dice Octavio Paz. Al rajarse, el mexicano se vende, nos sentimos desprotegidos.Este sentimiento de aversión a la exposición es indispensable en el análisis del miedo nacional. Como cultura hemos desarrollado un mecanismo de defensa bastante efectivo, nos escondemos tras una sonrisa cálida, tras una apariencia estoica, tras un abrazo a la concubina, o tras el tan nefasto machismo. Curiosamente el macho, (a mi parecer encarnado en el charro), es un ser más andrógino de lo que pensaríamos, sino basta con ver los artífices que utiliza en el cortejo; la canción, los poemas, el arte, esta belleza estética que normalmente son atribuidos al sexo femenino, todos, están presentes en nuestras fiestas, en nuestras canciones. El machismo proclama la hegemonía eterna del hombre sobre la mujer, no se necesita llegar al límite violento para estar hablando de un “macho”, es el rechazo de cualquier característica femenina (por considerarlas inferiores) lo que nos convierte en un “macho”, por lo tanto, exhibirse al desnudo, es decir, rajarnos, nos feminiza, lo cual es aterrante frente a los ojos del mexicano.Es un factor determinante en el comportamiento cotidiano del mexicano la omnipresencia del miedo, observamos que constantemente evitamos las confrontaciones para no herir los sentimientos del otro o los propios. Este miedo acarrea una terrible nube de apatía que gobierna nuestras acciones. Aspecto se expande a dimensiones escalofriantes al llegar a los extremos de temer el éxito, es decir, nos sentimos tan cómodos dentro de nuestras apariencias, que escalar y autosuperarse se vuelven opciones que perturbarían nuestra rutina. “Dios nos libre de ser mejores”La basura, el despilfarro, la corrupción, la impuntualidad, el malinchismo (comportamientos de la autodevaluación del mexicano[2])… todos hemos sufrido estos síntomas de una enfermedad profunda, todos estos son estigmas del sentimiento de inferioridad que poseemos, pretendemos emular civilizaciones de primer mundo, adoptando modelos de vida extranjeros que no aplican a las condiciones de nuestra sociedad, una muestra de ello, son los libros que llevamos en la carrera de mercadotecnia. Todos son traducciones de de libros norteamericanos, libros enfocados a una cultura “desarrollada” como es la estadounidense y que contiene grandes diferencias con la nuestra.El malinchismo llega entonces como consecuencia inevitable de este sentimiento de inferioridad, de esta falta de creatividad, de esta apatía, de este miedo. Tomamos por dios al primer hombre blanco que pisa suelo azteca, nos deleitamos con sus productos (a veces buenos, a veces malos, a veces excelentes, a veces funestos), y desdeñamos lo nuestro.Entre estos signos de autodevaluación es vital mencionar una aportación invaluable del Dr. Rogelio Díaz-Guerrero con respecto a la palabra “Respeto”[3]. En la forzosa eterna comparación con nuestros primos anglosajones, encontramos que la palabra respeto (respect), tiene diferentes connotaciones en ambos países. En México la palabra se asocia con un sentimiento de afección entre el que respeta y el respetado, es decir, respetar a alguien, es sentir afecto por una persona, anticipar su protección, obedecer, reverenciar e incluso temer a este ser (y va la mula al trigo). Al contrario con los estadounidenses, el respect se da en una relación entre iguales, es decir, admirar a alguien, dar oportunidades a otros, y considerar sus ideas.Al priorizar el aspecto afectivo sobre el productivo, la preferencia por los términos medios y el sentimiento de lejanía del poder se combinan en una actitud hacia la permisividad de la verdad a medias, la solución ad hoc, la simulación, la ilegalidad, la discrecionalidad ante la norma[4]Dejando aun lado el aspecto positivo de la cordialidad del mexicano, existen consecuencias terribles cuando llevamos esta cordialidad al extremo, ya sea desde el denigrante servilismo, que reduce nuestra dignidad humana, derecho inalienable de todos, o en el peor de los casos, cuando el sujeto cuente con autoridad (no con poder porque no son la misma cosa), se incurre en la corrupción.Una vez en una plática surgió este tema, y yo dije:-Si fueras la encargada de compras de un pequeño negocio y en el momento de escoger proveedores, se te presentan dos opciones, un conocido, con un precio aceptable, o un desconocido con un precio un poco mejor ¿a quién escogerías?A lo que rápidamente me respondió -a mi conocido--Ahora, si llevamos este ejemplo al extremo, y en lugar de ser un pequeño negocio, es un gran corporativo y se te presenta la misma situación con las respectivas proporciones, ¿escogerías la misma opción? - a lo que sin meditarlo mucho tiempo me contestó que si.Le planteé, una tercera opción, pero esta vez involucraba un puesto en el gobierno y licitaciones.-No, de plano NO--Todas son una forma de corrupción, con diferentes dimensiones, si, pero al fin y al cabo corrupción- a lo que únicamente asintió.Esta importancia que le imprimimos a las relaciones, (por encima de todo, incluso de uno mismo), desemboca en la confusión entre amor y poder que menciona Díaz-Guerrero, un caso muy similar a lo que sucede con las connotaciones de la palabra respeto, de lo que se salvan muy pocos mexicanos (francamente yo respondería igual).Por favor, no se debe malentender lo que escribo, la calidez y la amabilidad mexicana, son envidiables a los ojos globales. Adoptar la mentalidad norteamericana enfocada a la producción, egoísta en muchos aspectos, sería un error, es ahora cuando debe humanizarse los negocios, contrariando las tendencias actuales. La solución, crear empresas con un estilo de organización a la mexicana es decir, saber combinar el aspecto humano y servicial de nuestra sociedad, sin caer en los extremos que tan nocivos son para nuestro país. (Se dice tan fácil).Ya con el espíritu desgastado por tantos traumas[5] el mexicano necesita crecer y aceptar su pasado, que es la única pócima que nos llevaría por la vía rápida (o ahora que esta de moda, por el tren bala), a una adecuación de las predisposiciones globales. Necesitamos aceptar los tres componentes que nos hacen mexicanos, el componente indígena, español e incluso anglosajón, adecuar no adoptar esa es la cuestión. Es en un sentido lo que nos dice José Vasconcelos. En donde dice que las distintas razas del mundo tienden a mezclarse cada vez más, hasta formar un nuevo tipo humano, compuesto con la selección de las mejores características de cada uno de los pueblos existentes.[6]Su tesis es que debido al mestizaje, las nuevas razas adoptarán las virtudes de las razas “híbridas”, y de ahí su supuesta superioridad sobre sus antecesores.Es muy grande la contribución de este documento al sentimiento de orgullo iberoamericano.Sin duda es muy ambiciosa su propuesta pero viable, y aplicable tanto a escala latinoamericana como exclusivamente mexicana.Los sentimientos actuales van en contra de la tesis de José Vasconcelos, es importante tomar su punto de vista en donde la raza que eventualmente tendrá la supremacía global será la mestiza, y es en ese momento cuando todos los pueblos de Iberoamérica deberán unirse bajo un solo estandarte (por así decirlo).Aplicándolo al contexto nacional, debemos aceptar nuestro destino y nuestra historia, hay que sabernos reconocer como indígena y español, y evitar negar nuestra herencia.A pesar de todas las virtudes de nuestros antepasados, la principal razón de nuestro declive, fueron, a mi parecer, los territorios en donde se instalaron y la mentalidad conformista que desarrollaron.Las principales cualidades de nuestro territorio son a la vez nuestro más alto perjuicio. Al contar con “todo” disponible en bandeja de plata, nos volvimos irresponsables, (no necesariamente flojos). Recursos abundantes, clima benévolo, territorio extenso, actitud aletargada. Aprovechar las fortalezas e identificar (y corregir) nuestras debilidades son el secreto de los actuales magnates de la industria mexicana. Las condiciones de injusticia, y el tramo tan abrupto entre ricos y pobres hacen de esta tarea, francamente, un mar rojo sin un Moisés a la vista.Es menester recalcar que en un país dividido por las iniquidades y la falta de humildad en la cúspide de la sociedad económica, hablar de un país, en un futuro, unido, un país con cohesión parece ser utópico. La raza cósmica de Vasconcelos no parece más que una versión latina de la Atlántida, sin embargo, tenemos que estar conscientes de la cantidad de personas que habitan bajo las mismas condiciones; 20% de la población ocupa el 80% de la riqueza, lo que nos deja un 80% de población en una condición mas o menos parecida, la idea no suena tan descabellada después de todo.Primeramente se necesita la aculturación de este 80% (tarea titánica), y por aculturación me refiero a la mezcla de estas sociedades, únicamente así completaríamos la visión de Vasconcelos.Para terminar me gustaría hacer referencia al trauma que nos dejó el mestizaje[7]. De este periodo surge el miedo, la malinche y el macho, dos imágenes y una enfermedad que evitan (en nuestro inconsciente), la aceptación armónica de estas premisas, me refiero a las efigies del conquistador español, y a la india (la chingada). ¿Por qué renegamos estas imágenes?, no queremos ser por una parte, el conquistador sádico y sediento de sangre, aquel que violó a la indígena y que desconoció al pequeño, no queremos ser ese individuo atroz que nos trajo guerra y sufrimiento, por otra parte, tampoco queremos ser indios, no nos identificamos con la raza chingada, aquella que sucumbió y en el peor de los casos se vendió ante los invasores (la malinche).Divide y vencerás dice el dicho…
Divididos ya estamos, vencidos todavía.
[1] Paz, Octavio El Laberinto de la Soledad[2] Rodríguez Mauro, Ramírez Patricia, Psicología del mexicano en el trabajo[3] Díaz-Guerrero Rogelio, Psicología del Mexicano: Descubrimiento de la etnopsicología[4]García, Luís Eduardo EL ESCALOFRIANTE PROPÓSITO DEL MEXICANO: VIVIR, PERVIVIR, SOBREVIVIR Y LO DE ENMEDIO.[5] Díaz-Guerrero Rogelio, Psicología del Mexicano: Descubrimiento de la etnopsicología[6] Vasconcelos José, La raza cósmica, en Obras Completas, t. II[7] Rodríguez Mauro, Ramírez Patricia, Psicología del mexicano en el trabajo